Lidiando con depresión severa…
August 2, 2023Ahora, estas palabras son tan honestas como puedo ser y vienen desde un lugar muy profundo dentro de mi alma; no pretendo buscar lástima o una descarga en contra de nadie, sólo quiero crear empatía alrededor de la imperfección de la vida y de los caminos diversos que se pueden tomar dentro de ella.
Desde que COVID entró en la escena, empecé a ir a terapia. No puedo enfatizar lo agradecida que estoy por haber tenido el privilegio de atender mi salud mental y trabajar en mis asuntos
personales con mi psicóloga. Ella me ha dado millones de perspectivas para
trabajar en mi autoestima, traumas, relaciones y familia, además de amistades. También, me ha dado las herramientas necesarias para manejar mis emociones de
manera más eficiente.
En enero 2023, empecé a caer en un hoyo negro; sin embargo, todo empeoró cuando entré en mi vida antigua en Budapest. Antes de eso, estaba viviendo mi sueño en la jungla de Costa Rica, mientras que estaba haciendo mi pasantía como fotógrafa, creadora de contenido y mánager de redes sociales y marketing. Temía mi futuro porque sabía claramente lo que me esperaba: regresar a una universidad que odiaba, una carrera en la cual no estaba apasionada y soledad. Iba a tener nuevas compañeras de piso y tener que reintegrarme con personas de mi carrera que ya habían hecho lazos por más de un año. Además, no ansiaba tener que separarme de
mi novio después de haber estado con él por un mes entero. Un hecho que sabía era que el clima iba a ser mi enemigo con -10 grado y viento, por lo menos.
Así que, en febrero, llegué a mi apartamento y ya era más de medianoche con un frío devastador. Mi casa estaba completamente vacía porque mis otras dos compañeras de piso no llegarían hasta dentro de dos semanas. El calentador estaba apagado, naturalmente me estaba congelando. Hice un chequeo de todo el piso y en cuanto encendí una luz específica, se fue toda la electricidad. Mi teléfono murió unos segundos después. No podía avisarle a mi novio o a mi familia que había llegado a salvo ni contactar al mánager del departamento para solucionar el problema. Mi solución fue dormir. En la mañana, fui a una cafetería a cargar mi teléfono y contacté a un eléctrico; aparentemente, había una fuga de agua del piso de arriba y estaba cayendo directamente en el candelabro.
De todas maneras, todo empezó a empeorar. Todo mundo a mi alrededor se estaba quejando y odiando todo, así que la negatividad del ambiente comenzó a impregnarse en mi lentamente. Las personas que conocía de un año arriba aclamaban que la universidad no mejoraba y que la odiaban aún más. No encontraba palabras de esperanza. Me sentía como un extraterrestre en un planeta completamente distinto cuando caminaba por las calles, cuando hacía el súper o cuando la gente a mi alrededor platicaba; obviamente era la barrera del lenguaje. Dejé de escribir o de fotografiar. Había perdido mi pasión por todo. Incluso, vivía en silencio, pues había dejado de escuchar música. Esto es una alerta extremadamente roja para mí porque siempre estoy escuchando algo sin importar su género.
Mis nuevas compañeras de piso eran de Finlandia. Eran extremadamente lindas y buena onda, aunque, al principio, no
me abría con ellas o pasaba mi tiempo a su alrededor. Esto es algo muy raro porque usualmente soy muy social y extrovertida. Cuando me miraba en el espejo, sólo quería gritar. Sinceramente, si pienso en estos 6 meses pasados, fueron de lo más bizarro y era la persona más rara que pudieras haber conocido. Cuando llamaba a mis padres, era completamente muda e irreconocible. Pero, cuando
hablaba con Tobias, solía endulzar mi realidad y fingir que todo era increíble. Estaba muy avergonzada de admitir que era miserable. Dejé de comer o de cocinar, sólo me preparaba huevos una vez al día. Había perdido mi apetito por completo. Ahí es cuando mi terapeuta me diagnosticó con depresión severa. Me había sentido vacía por un largo rato, alrededor de tres meses.
Un día estaba trabajando en A La Gringa, una cafetería y restaurante brasileño. Miré por la ventana y me paralicé. ¡Era mi mamá! Estaba muy contenta de verla y poderle hacer un capuchino con latte art. Su abrazo se sentía como el sol. La había extrañado muchísimo. Había viajado medio mundo para verme porque se había dado cuenta de que estaba en un hoyo negro. Intentó alegrarme cada que tenía la oportunidad, llevándome a paseos por el parque, recordándome del presente, llevándome a museos para recordarme mi amor por el arte, enseñándome los lugares de Budapest a los cuales no había ido antes… Inclusive, me invitó al concierto de Fat Boy Slim, un DJ muy cool y famoso. Sin embargo, mi estado mental estaba vibrando tan bajo que le dije que me quería regresar antes de que empezara. Estoy muy agradecida por mis compañeras de piso, Kiira y Ada, pues fueron más que pacientes conmigo. Nunca he sido una persona muy callada, pero en ese momento, era una muda por completo. Las únicas palabras que salían de mi boca eran: sí, no, tal vez, lo que quieras, no me importa y no sé. Esto fue en marzo y durante Semana Santa, mi hermana me visitó por unos días con un amigo.
Una noche, mi hermana y su amigo tenían unas ganas impresionantes de salir y que fuera con ellos de antro. Cuando estábamos en la casa, decidí que no iba a ir.
- Vamos, amor, tu hermana está aquí. Es una experiencia de vida y además no conoce el lugar. – Dijo mi mamá.
- No, mamá, de verdad no tengo ganas. – Le contesté de mala forma.
- Sólo es un rato. Tienes 22, todavía estás muy joven. Ve, sal.
- No quiero.
- Es una orden.
- Mamá, de verdad no voy a ir.
Me volteó a ver muy seriamente. Bueno, ya. Empecé a buscar algo que ponerme en mi clóset y me volví muy indecisa. Esos días se habían convertido en una odisea para tomar cualquier decisión. Casi siempre que iba de compras al súper, tenía una crisis nerviosa. Agarré una blusa, otra, otra, otra… No se que me poseyó en el momento. Empecé a sacar todo y a tirarlo en el piso.
- ¿Qué estás haciendo? Escoge cualquier cosa, estás haciendo un desastre. – Mi mamá dijo sorprendida.
No podía parar. En un punto, ya no lo podía soportar. Empecé a llorar, muy fuerte y en alto. Me tiré al piso y me acurruqué en una posición fetal. Mi mamá no sabía que decir. No supo cómo reaccionar. Mi hermana escuchó todos los llantos y entró a la habitación. Las lágrimas y tristeza se habían acumulado por un tiempo tan largo, que sentí como si hubiera olvidado como llorar. La realidad es que había estado guardado todos mis sentimientos porque no quería quejarme de nada o sonar malagradecida por la oportunidad que había tenido de vivir en el extranjero.
- Es que lo odio. ¡Me veo horrible! ¡Ve esto! – Me agarré la panza. – Odio estar aquí. Odio que me tengo que quedar aquí otro año. Ya no quiero estar aquí… por favor… no puedo…- Dije todo entre lágrimas.
- Amor, está bien. Lo vamos a solucionar. No estás sola.- Me contestó mi mamá mientras también estaba llorando.
- Ale, te amo, estamos aquí contigo. – mi hermana me dijo.
Me tallé mi cara empapada con las manos, me calmé y le dijé: “Okay, tienes razón. Vamos.”
El amigo de mi hermana la volteó a ver como “¿Quién es esta vieja loca?” ajjajaja.
Unos días después, llegó Tobias, después de no vernos por dos meses. Mi familia había estado insistiendo en que debía decirle por lo que estaba pasando con mi salud mental; sin embargo, no lo quería confrontar porque no sabía cuáles serían los siguientes pasos con mi vida o con nuestra relación, ni siquiera conmigo misma. Estaba muy avergonzada y asustada. A pesar de eso, en un
pequeño hike a la Citadela, le conté absolutamente todo. Nos abrazamos mucho y me mostró todo su apoyo. No había notado que tan mal estaba porque yo no se lo había permitido.
En el último día que estuvieron mi hermana y mi mamá fuimos a desayunar. A ver, no me juzguen porque lo que les voy a contar fue el día mas pinches raro de mi existencia.
- Prométeme que no vas a hacer nada. Prométeme que te vas a cuidar. – Me dijo mi mamá.
- Mamá, ¿qué me estás intentando decir? Obviamente.
- Lo digo en serio… Has estado fuera de ti… Estás…- Empezó a llorar.- Deprimida, amor.
Mi hermana empezó a llorar también. Tobias me agarró de la mano. El amigo de Isa sólo volteaba a ver su teléfono intentado de ignorar toda la locura. Honestamente, si hubiera podido, hubiera hecho lo mismo jajajaj.
- Ale, ya ni siquiera te reconozco. No te reíste ni una sóla vez. Nunca me molestaste. Tú…
Mi hermana estaba intentando recuperar su aliento mientras lloraba.
- Nunca pusiste música… Es como si la luz de tus ojos se hubiera… ido.
Mierda. Debí de haber estado en un muy mal lugar. Bueno, si lo sabía. Sólo que no me había dado cuenta de que estaba así de mal. Tobias me apretó la mano y se tapó la boca con la otra, incrédulamente.
- Nos
vamos a ir pronto. Puedes hablar con nosotras pronto y cuando lo necesites.
Pero, por favor, te lo ruego. No te tienes que quedar aquí. Sólo toma una decisión y lo vamos a solucionar. – Dijo mi mamá con un tono entristecido.
Los llevamos a la estación de autobús, nos abrazamos una última vez y los vimos irse. Tobias y yo nos fuimos a la casa, pero se veía muy espantado. Me sentó en la cama muy seriamente. No era lo que yo pensaba que me iba a decir exactamente. RIP.
- Escucha, no te puedes quedar aquí. Lo sabes. Tus padres te apoyan. – Me estaba diciendo muy claramente y desde el fondo de su corazón.
- Pero
todavía me queda otro año. Lo tengo que terminar.
- No, no tienes que. Tus padres te dijeron que tienes más opciones.
- Si, pero aún así es un año. Me voy a sentir como un fracaso si no lo termino.
- Por favor, fuiste valiente. Lo intentaste y no funcionó. Está bien.
Nos quedamos en silencio por un rato. Empecé a llorar.
- Alessa, amorita, viste a tu mamá y a tu hermana llorar. Estaban preocupadas y
verdaderamente te apoyan. Ya no eres como te conocí. Te quiero de regreso. Y eso no va a suceder si te quedas aquí. Por favor…
Lo vi directamente a los ojos, sabiendo que tenía toda la razón.
- Sólo toma la decisión. Vete. Te ayudaré a planear todo. Te ayudaré con todo lo que necesites.
No dijimos nada y nos abrazamos. Nos empezamos a acurrucar hasta que le susurré:
- Okay, está bien. Hablaré con mis padres mañana. Ya no me quiero quedar aquí otro año.
Al día siguiente, tuve mi primera cita con un psiquiatra, en donde me confirmó que tenía depresión severa y que tenía que empezar a tomar antidepresivos. Aparentemente, había estado deprimida por tanto tiempo que lo más probable era que mi cerebro hubiera generado un desbalance orgánico. Estaba totalmente de acuerdo con que necesitaba pastillitas felices. Honestamente, han estado funcionando bastante bien y poco a poco, he regresado a la normalidad. Todo me atropelló como un tren y me sentía como una carga para la gente de mi alrededor. Estoy muy agradecida de tener una pareja con tanto apoyo como Tobias porque sé toda la fuerza emocional que se necesita para ayudar a alguien con depresión. Casi todas las mañanas, me despertaba llorando, y él hacía lo mejor que podía para darme energía y mostrarme el lado positivo del cambio en el futuro. De verdad me vió en mis peores momentos y no se dio por
vencido en dejarme ir.
Después de eso, agarré fuerzas y lo vi como algo temporal. Necesitaba estar de regreso en mi ambiente seguro alrededor de mi familia y de mis amigues, que verdaderamente me apreciaban por quién era. Me hacía sentido regresarme porque las personas que amaba me habían enseñado a brillar y a ser amable, en donde podía amar de regreso. Empaqué los casi dos años que había vivido en el extranjero en tres maletas, regresé el departamento y me despedí de mis amigues internacionales, así como la versión que había construido de mí misma.
No veo esta decisión o estos años como una pérdida de tiempo, pero como algo que tenía que vivir para convertirme en más resiliente, independiente, responsable, sabia y
modesta. Estar en un proceso de terapia me ha enseñado a manejar los cambios, el futuro y el pasado, salud mental y entender las raíces de mis decisiones. Necesito agradecerle profundamente a todas las personas que me apoyaron incondicionalmente: mis padres, mi hermana, Tobias, Ana y Kiira. Estoy agradecida de tener apoyo emocional y mental de parte de mi terapeuta, Berenice, que ha estado conmigo en un camino bastante largo y sin ningún juicio. Desde el fondo de mi corazón, puedo confirmar que a pesar de que ir a terapia tiene muchos prejuicios o conceptos erróneos de personas “locas” o “inestables”, me ha hecho en una persona más consciente sobre mi ambiente y las personas de mi alrededor. Sanar es un proceso tremendamente poderoso y un acto de rebelión de amor propio.