Un pequeño update
September 30, 2024Hola, cariñitos. Sé que desaparecí, pero regreso con bastante chismecito.
La última vez que escribí algo para este blog fue hace más de un año y vaya que han sucedido bastentes cosas. Mucho de lo que escribo es un recuento para mi misma, pero me pone más que feliz saber que hay algunos de ustedes que se toman el tiempo de leerme.
Así que, ¿en dónde nos quedamos? Me regresé de Budapest entachada en antidepresivos y me fui a vivir a Mérida con mi hermana para terminar mis estudios. Decidí irme con ella porque me encontraba en un dilema: ya había vivido sola y no quería perder esa independencia, pero tampoco quería estar 100% en un ambiente desconocido. Al principio, todo fluyó como mantequilla derretida sobre pan tostado. Estaba muy feliz debajo de una hamaca con 40 grados y amiguitos de 18 años, recuperando mi identidad y sentido del humor. Me estaban encantando mis clases y estar relativamente cerca del mar. Empecé a sentirme muy proactiva y recuperando mi confianza en mis habilidades, así que fui camarógrafa de un programa en mi universidad, organicé una exposición fotográfica en el Museo de la Música, encontré trabajo para una agencia de publicidad como coordinadora de comunicación y fui beneficiaria de la incubadora del gobierno de Mérida. Inclusive, adopté un perrito que se llevó mi corazón completo, Miko.
Sin embargo, todo se empezó a derrumbar alrededor de diciembre. Cuando por fin había sentido que me estaba estabilizando emocionalmente, una tristeza y apatía se empezaron a apoderar de mi. Estos sentimientos no eran desconocidos para mi. Tenía mucho miedo de mi situación anímica y de lo que me esperaba, pues ya había pasado por eso.
Profundamente, creo que una de las mayores razones de mi decaída había sido mi trabajo. Pongámosle un nombre a mi jefa, Renata, por mantener su identidad secreta. Era una persona demasiado intimidante y entrometida, un poco resentida con la vida. Ella era una persona trangénero y cada que tenía la oportunidad, se encargaba de recordárselo al mundo. Siempre intentaba menospreciarme como mujer y lo mucho que me faltaba serlo.
“Ay, no entiendo porque nunca te maquillas o porque siempre andas con tennis y no tacones. Deberías de sacarle una camioneta a este cliente con ese cuerpo y esa carita. Aprovecha. Oye, tu hermana parece buchona. Déjame te leo las cartas del tarot, mi abuela era chamana maya. Te recomiendo no meterte conmigo porque vengo de una familia muy poderosa, ¿si sabías que mi papá es narco?”
Muchos comentarios por el estilo, muchos tratos con clientes que se terminaban
esfumando. Me obligaba a salirme de mis clases y resolverle sus problemáticas. Me visitaba espontáneamente en mi casa para terminar presentaciones y me humillaba con sus errores en frente de los clientes. Verdaderamente, no estaba soportando.
Me estaba sintiendo atascada, que nunca iba a crecer en el ambiente en el que estaba. Me estaba resguardando en un caparazón. Al parecer mi proyecto We Travel, necesitaba 3 millones de pesos de inversión, pues era una aplicación de viajes que utilizaba la inteligencia artificial. Era una idea que parecía demasiado pormetedora, hasta que chat gpt sacó su versión 40 y básicamente podías hacer lo que yo tenía en mente. Perdí mi esperanza con ese proyecto. Miko me estaba consumiendo con su hiperactividad y me estraba estresando el dejarlo solo en la casa, así como el futuro de poderlo mantener. Me sentía atada al trabajo que tenía para poder darle un hogar. Me empezaron a dar unas migrañas terribles de manera seguida, mi cuerpo y mente estaban exhaustas.
Fueron vacaciones de diciembre y estaba tan mal que quería desaparecer. Cancelé absolutamente todos mis planes con mis amigas, no quería comer y me quería hundir en mis sábanas. Quería terminar mi relación con Tobias porque sentía que alguien más lo pudiera hacer más feliz, a pesar de que estaba por visitar en un mes. No encontraba la pasión en mi cámara ni en nada de lo que me hacía feliz. Mis padres, demasiado preocupados, me llevaron con una nueva psiquiatra. Después de varios diagnósticos y terapias, me diagnosticó como bipolar y con depresión severa. Me subió la dosis de mis antidepresivos y me recetó nuevos medicamentos. En ese momento, esa noticia me hacía todo el sentido del mundo por mis montañas rusas emocionales y tantos cambios como de carrera como de países. Tenía esperanzas de mejorar.
Al comenzar las clases del nuevo semestre, me seguía sintiendo aún más sumergida en el hoyo negro en el que me encontraba. Las migrañas habían aumentado a apoderarse de mí por lo menos 3 veces a la semana. Mi apetito había desaparecido por completo. Me costaba trabajo meterme a la regadera, hacer tareas básicas y socializar. Dejé de trabajar para Renata porque no me pagó el último mes. Miko se había quedado con mi abuela en Cuernavaca, pues me lo había llevado en las vacaciones para no dejarlo en una pensión en Mérida. Empecé a faltar a la mayoría de mis clases. Mis amigos me marcaban y me escribían mensajes preocupados. Mi papá me tenía que llamar todas las mañanas para
asegurarse de que fuera a la universidad y forzaba a que tuviera mi localización prendida todo el tiempo, siguiendo mi trayectoria. Mi depresión me estaba sobrepasando.
Llegó Tobias y fue un curita al corazón. Le agradezco todo su apoyo y paciencia, pues yo tenía
una actitud muy pasiva, apática y sin energía de nada. Me invitaba a cenar, planeaba tours y cuando tenía migrañas, se quedaba a mi lado, abrazándome. Me sacaba de la cama, me preparaba el desayuno y me obligaba a cumplir con mis responsabilidades, mientras que se iba a sus clases de español. Un día
decidimos embarcarnos en una aventura y fuimos a un cenote, pasando un camino interminable de terracería. Cuando salimos del agua, noté una roncha en mi brazo, que parecía una picadura de mosco. Me empezó a dar demasida comezón y cuando ambos nos percatamos, tenía ronchas gigantescas por todo el cuerpo. Le marqué a mi doctor, espantada, como buena hipocondriaca. Resultaba, que era alérgica al medicamento para la bipolaridad. Me recetaron algo distinto, el cual decidí no tomarme después de dos semanas. Sentía que las medicinas me estaban convirtiendo en una planta poco a poco, sin opiniones ni personalidad.
Pasaron unos meses y Tobias se había regresado a Alemania, lo cual nuestra despedida temporal hizo que me sintiera aún más triste y débil. Seguí faltando a mis clases y el rector habló con mi padre, dándole una advertencia de que era muy probable que si continuaba, podía perder mi beca y el semestre. Mi papá estaba demasiado preocupado y me mandaba mensajes todo el tiempo con mis vision boards y una frase: “No importa como te sientas, vístete, preséntate y jamás te rindas.” Toda la situación escaló tanto, que mis padres decidieron que me iban a regresar, sin preguntarme.
Me di cuenta porque mi hermana mandó un mensaje al grupo de los vecinos, sin percatarse de que yo estaba en él. “Oigan, ¿alguien busca una roomie para agosto?” De cierta manera, sentí un alivio. Mi papá nos fue a visitar y me ayudó a empacar absolutamente todo. Antes de que me regresara, me explotó el boiler en la cara. Quemé mis últimas faltas en la universidad, la mitad de mi nariz, párpados y todas mis cejas. Mis profesores me dieron oportunidad de presentar mis exámenes finales en línea.
Mi mamá supervisaba todas mis comidas y que no estuviera acostada en la cama todo el día. Me llevó a un nuevo doctor, un neuropsiquiatra. Después de varios diagnósticos, exámenes y terapias, concluyó que me habían dado un diagnóstico erróneo: no era bipolar. Simplemente, los antidepresivos estaban dañando mi sistema nervioso central por la dosis alta que estaba siendo introducida en mi cuerpo y el hecho de que no estuviera medicada para el TDAH, el cual en ocasiones, también causa tantos cambios de carrera, emociones y pensamientos.
Poco a poco, fui mejorando. Me dieron Concerta, me quitaron los antidepresivos, cambié a terapias de psiconanálisis con cognitivo-conductual y comencé sanar de manera espiritual.
- Ale, creo que deberías de hacer una certificación como maestra de yoga. Yo te apoyo con lo que necesites, pero creo que debes de reconectar con tu parte espiritual y con tu fe. Necesitas creer en algo más grande que todo lo que te rodea. Necesitas conectar contigo misma.- Me dijo mi madre. – Pero necesito que te comprometas, que lo hagas bien.
- Como siempre hemos dicho, si vas a hacer algo, házlo bien y da lo mejor de ti. – Reiteró el buen Terro.
- Okay, pues lo voy a intentar. Creo que si me ayudará a ser constante.
Me emocionaba empezar en ese nuevo camino espiritual y físico, pues era algo que ya quería hacer desde que había regresado de Tailandia. Las cosas se fueron acomodando y un muy buen amigo de mi mamá me dio la oportunidad de trabajar con él.
- Mira, pásame tu CV y veo en que puedes entrar como becaria. Tienes que ser responsable. No puedes faltar y tienes que demostrarme que puedes estar ahí.- Me dijo Ro con énfasis y bastante seriedad.
Acepté el reto y entré como becaria en cuentas para la agencia de marketing experiencial, Matraka. Hasta ahorita, me encanta mi trabajo e ir a la oficina, lo único que desprecio es el tráfico. Se han presentado tantas oportunidades increíbles desde que entré que no lo supero. Fui la fotógrafa oficial para Phoenix, iré como staff al American Express Golf Club y estoy en proyectos increíbles, habiendo cerrado mi primero como creativa.
También, hacer amigas yoguinis tan lindas e increíbles me ha ayudado demasiado. Ver como mi cuerpo y mente se hacen más flexibles, liberándome poco a poco de mis condicionamientos me hace sentir poderosa y capaz de todo. De la misma manera, no puedo dejar de agradecerle a mis padres, a mi hermana, a mis amigas y a Tobias por todo su apoyo porque verdaderamente, si no fueran por ellos, ya no estaría aquí.
Así que, ese fue el chismecito, espero que lo hayan disfrutado.
Xoxo, gossip girl.